La mujer observó
a través de la bola de cristal la imagen que se formaba en su interior, no
escapaba de su vista ni un solo detalle. A pesar de lo pequeña de la imagen,
todo se veía a la perfección. Miró con atención los movimientos de esa chica
que no sabía, al igual que todos los seres sobre la tierra, que alguien los
observaba. Alguien que tampoco participaba en las guerras del bien y el mal que
se habían producido a lo largo de los siglos, tan solo era una espectadora en
primera fila. Para su sorpresa, estaba casi emocionaba ante lo que iba a
ocurrir, llevaba esperando ese momento muchísimo tiempo. Ser la guardiana y
protectora del destino a veces era muy aburrido, aunque no podía quejarse. Esos
últimos cincuenta años, desde que se desveló los secretos de la magia la habían
tenido entretenida, las reacciones de los humanos, las primeras batallas entre
las razas, los problemas de territorio y los espectáculos entre ángeles y
demonios habían sido una muy buena distracción. Y es que, esas tensas situaciones en la Tierra habían
sido un suspiro de aire fresco en su largo tedio. Pero las cosas poco a poco
volvían a su cauce, y al fin los humanos se estaban adaptando a vivir con las
criaturas mágicas, no había problemas, al menos no que ellos supieran. Porque
algo se estaba cociendo en el interior de esos humanos y ni siquiera se daban
cuentan. Sin embargo, esas chicas, las que había vigilado desde su nacimiento
,cambiarían las cosas.
Ella ya no sentía
emociones, llevaba miles de años mirando el mundo a través de esa bola, tantos
que ya no podía contarlos, y para ser una buena protectora no podías dejarte
influir por los sentimientos. Pero admitió para si, que si eso le hubiera
sucedido unos… veinte mil, quizás quince mil años antes, se sentiría ansiosa
por el cruce de caminos de esas muchachas. No obstante, ahora solo notaba una
leve sombra de lo que un día fueron sus emociones.
-ah,no,no- tocó
la bola y la imagen se proyectó fuera aumentando varias veces de tamaño-hoy
será la noche- con una de sus largas uñas tocó lo que sería la mano de la chica
extrayendo un hilo de dos colores mezclados entres si, azul celeste y azul
marino, luego lo enrolló en un de sus dedos y con él hizo que la muchacha escogiera
el camino de la izquierda en vez de el de la derecha. Así hizo cada vez que la chica no elegía la
dirección que ella quería. Al final soltó el hilo y la dejó libre cuando llegó
a un bar de una calle abandonada.
Sonrió
satisfecha e hizo desaparecer la imagen
solo para que aparecieran otras dos diferentes. Una de las chicas ya estaba en
el bar. Asintió borrando la proyección y fijó su mirada en la última elegida.
En ese momento saltaba desde una ventana de un ático de uno de los edificios
más altos de la ciudad. Calló en cuclillas y dirigió su mirada hacía arriba por
si la habían pillado, no era ese el caso, se había cerciorado de que así fuera.
Andando con pasos rápidos se camufló entre el gentío de la ciudad, no volvió a
mirar atrás, tenía que alejarse lo que pudiera antes de que descubrieran su
escapada. Su hermana sería la primera en percatarse y alertaría a sus padres
sin perder un segundo. Solo sería por un tiempo, tenía que aceptar por si sola
su destino como princesa, saborearía todo lo que el mundo podía mostrarle y
luego volvería para aceptar su compromiso. Eso era lo que se había dicho para
justificarse, no quería pensar en la vergüenza que haría pasar a sus padres
cuando tuvieran que sufrir las consecuencias de sus actos.
La mujer hizo
desaparecer la imagen y se recostó en una enorme burbuja de humo violeta. Era
lo más cómodo que podía existir. Luego dirigió la mirada hacía el cielo
nocturno observando y leyendo el significado de las estrellas.
-parece
satisfecha, señora ¿alguna novedad?
La mujer miró a
su joven aprendiz. Llevaba bajo su tutela casi mil años y algún día, uno que
aun faltaba mucho por llegar para su desconsuelo, sería se sustituto.
-hoy es la noche
El aprendiz la
miró con cierto matiz de sorpresa pero intentó ocultarlo con la mayor rapidez
posible ,mostrando una mirada inescrutable.
-¿está segura?
Ella le lanzó
una mirada dura que acobardó al hombre haciendo que se mordiera la lengua para
refrenar su curiosidad. Ella nunca fallaba. No castigó al aprendiz por su
desliz, al fin y al cabo esa noche estaba contenta, y recordó que aún tenía
mucho que enseñarle, podía permitirle esos sentimientos tan terrenales, al
menos por el momento.
-sí-afirmó
contestando a su pregunta-hoy es el principio del fin