jueves, 13 de diciembre de 2012

Capítulo 9, Hugo


El bar estaba bien cuidado, buena compañía, buena música y buena bebida, lo que un hombre buscaba al salir de su casa. La barra estaba repleta de gente que fumaba y bebía, casi todos de genero masculino. La camarera vestía un top ajustado y una falda corta de cuadros. Una uniforme echo para provocar, cosa que estaba consiguiendo, aunque Anya sospechaba que cualquiera que intentara sobrepasarse con esa chica acabaría en mal estado, no parecía una gacela asustada entre tantos borrachos. Las mesas no estaban todas completas pero se respiraba buen ambiente. El escenario situado en el centro del bar, estaba vacío. Al parecer hoy no había espectáculo, al menos por el momento.
La zona V.I.P se veía desde su posición,sentada en una de las mesas del fondo sola. Ninguna de las tras podía estar segura, pero no parecía muy difícil saber quien era Lázaro Deveroux. Traje de chaqueta gris, la mano repleta de anillos de oro, sonrisa afilada como la de un demonio y que sus acompañantes revolotearan alrededor ,como las abejas tras su reina, ayudaba un poco a identificarlo. El mapa debía de estar en la habitación. El hombre al que habían interrogado, el mismo que aún seguía encerrado en la habitación del hotel, no tubo reparos en soltar todo lo que sabía tras sus primeras palabras. Y admitió haber visto el mapa en las anteriores visitas de Lázaro.

¿El plan? Uno que no agradaba a Anya en lo más mínimo. Pero tenía que admitir que era sencillo y no había apenas riesgo, conseguirían el mapa sin llamar la atención. Las primeras notas de una canción comenzaron a sonar, era un de esas cantantes de modo que ahora se llevaban tanto de moda, Christina Aguilera o algo por el estilo. Su señal, pensó con desgana. Se levantó de la mesa y caminó hasta el escenario escuchando la canción. No prestó atención a las miradas curiosas que le dirigían los presentes. Acercó la silla que había en la esquina del escenario hasta el centro y se sentó con las piernas abiertas mirando a su público, o más bien a Lázaro Deveroux, al fin y al cabo este baile era para él. Un foco se encendió y ella bailó. Movió la cabeza lentamente dejando que el pelo cayera en cascada, se desabrochó un botón más de la camisa blanca y sonrió “E-X-P-R-E-S-S, love, sex
Ladies no regrets
Sonaba mientras ella se agachaba y se volvía a levantar, haciendo que el pelo se echará hacía atrás y su escote se viera más. Había captado la atención de los presentes. Abrió y cerró las piernas, mientras movía la parte superior del cuerpo, luego la cintura, movimientos lentos, tenía que engañarlos, que la desearan. Echó hacía atrás la silla apoyándose tan solo en las dos patas de atrás sin que la silla cayera. En ese momento vio a dos chicas pasar por delante de la barra y subir por las escaleras a las habitaciones. Nadie parecía haberlas visto. Volvió a posar la silla sobre sus cuatro patas y se levantó. Apoyó uno de sus pies enfundados en tacones blancos sobre la silla y se movió. Y así siguió, entreteniendo a esos borrachos que se les caía la baba, en especial a Lázaro, que se había erguido en el asiento sin apartar sus ojos de ella.
Cuando la canción termino, Anya suspiró aliviada, deseaba bajar de allí y no volver a ver jamás a ninguno de los allí presentes. Por supuesto, eso no era lo que mostraba por fuera. Cualquiera la observara en ese momento, mientras se bajaba del escenario, veía a una chica joven, con la cabeza erguida y una sonrisa triunfante.
El aire frío de la noche la ayudó a despejar el calor del foco y la vergüenza, todo era por conseguir ese mapa. Odiaba ser el centro de atención, ya se había sentido como un mono de feria durante mucho tiempo, no necesitaba más. Escuchó las risas de un par de borrachos en la puerta, se giró hacia ellos solo para ver como la miraban con lujuria. Se alejó de ellos escondiéndose en un callejón cerca del bar, cuando Shana y Victoria salieran las escucharía.
Estaba allí, apoyada contra la pared cuando apareció. Pegó un salto al verlo. Su pelo era moreno, algo más largo de lo común. Alto, le sacaba una cabeza, y ella no se consideraba pequeña ,pero claro, él no era un hombre cualquiera. No tardó en reconocer que era un demonio, y un antiguo.
Él sonrió cuando ella retrocedió un paso, una sonrisa perfecta. Que cualquier otra persona o criatura envidiaría. Pero claro, sabía que tanto los demonios como los ángeles nacían con una belleza difícil de resistir. Los demonios, al menos la raza más poderosa, eran atractivos e irresistibles, tenían un lado peligroso que ningún truco podía ocultar. El fruto prohibido siempre era más tentador. Todo para divertirse acosta de las demás razas. En cambio, los ángeles poseían una belleza celestial, cuando los veías parecían seres divinos, tan perfectos que temías tocarlos; otro engaño. De diferente manera, pero un engaño al fin y al cabo. Siempre para obtener lo que deseaban de los humanos.


-¿Qué eres?- le preguntó él
Anya se sobresaltó al escuchar la pregunta. Sabía que un demonio podía sentir su aura de ángel a distancia, así que la pregunta no tenía sentido. Él dio otro paso y ella retrocedió. ¿qué estaba haciendo? No era de las que perdían la compostura a la primera de cambio. Levantó la barbilla inconscientemente en un acto de rebeldía.

-a ti que te importa- le contestó con acritud. Miró de reojo la salida del callejón y se maldijo por haberse metido allí. El aura de ese demonio casi la inundaba, y eso solo podía significar que era antiguo. Antiguo, equivalía a poder, más antiguo, más poder. Que se hubiera fijado en ella no podía ser bueno- tengo cosas que hacer, búscate a otra con la que divertirte
Se dio la vuelta para salir de allí, pero se encontró con él delante de sus narices, aún más cerca.
-cuando te he visto entrar en el bar creí que eras un ángel, eso es lo que quieres hacer creer, pero cuando has subido al escenario has perdido la concentración, y he visto algo que no entiendo ¿por qué no me lo explicas?- dijo él ,con los ojos brillando de tal manera que solo podías considerarlo paranormal
-no se a que te refieres- mintió Anya
-así que es verdad lo que dicen por ahí- continuó él, acorralándola cada vez más contra la pared- existe una persona que concentra ambas razas, demonio y ángel- y sonrió
Para consternación de Anya, esa sonrisa no le pareció cruel. Sus rasgos eran hermosos, los ojos verdes le fascinaban. Sintió el impulso de tocar el mechón de pelo negro que caía sobre su frente, y esos labios...
Cuando la espalda de Anya chocó contra la pared, la realidad cobró forma. Ese cabrón había intentado usar el hechizo de los ojos para seducirla. Y por si fuera poco, casi lo había conseguido. Se enfado. Mucho. Colocó una de sus manos en el pecho de él y creó un rayo blanco, de ángel, para alejarlo de ella. Cuando chocó contra la pared de enfrente ,ella no huyó, no supo por qué. Llámalo temeridad, estupidez o como quieras. El demonio se levantó despacio observando su camisa azul marino, quemada por el fuego alado. Tenía restos de sangre, pero en su pecho ya no había herida alguna. No la miraba enfadado, sino con curiosidad. A una velocidad que Anya no se esperaba, la agarró por las muñecas y se las levantó, acorralándola de nuevo contra la pared. Él sonreía.

-no suelo permitir esto, pero contigo haré una excepción- ella le propinó una patada en la espinilla, él ni se inmutó- bien, me has mostrado tu lado bueno, ahora quiero ver como sacas tu parte demoniaca
Ella dejó de forcejear al escuchar sus palabras. Sus cuerpos estaban pegados, no veía formar de escapar. Él la sostenía con fuerza pero sin llegar a lastimarla¿ por qué no la mataba? Cualquier otro demonio lo habría echo ya.
-¿Qué es lo que quieres?- inquirió, apretando los dientes.
-dime qué y quién eres- la miró a los ojos mientras lo decía
Ella sintió algo moverse en su interior y sabía que esta vez no se trataba del truco de los ojos ni de ningún otro.
-el ángel que acabará contigo-repuso, con violencia
-no vas hacer las cosas fáciles ¿eh?- se lamentó el demonio- será a tu modo
La soltó y creó a su alrededor una celda de rayos negros con destellos rojos. Anya no perdió tiempo, tenía que escapar antes de que ese demonio usara toda su fuerza contra ella. Se concentró, usando tan solo la magia heredada por su madre, no podía correr riesgos. Respiró hondo y cuando soltó el aire guardado, lanzó una onda de magia celestial hacía los barrotes. Eliminándolos por completo. No podía usar sus alas, él la descubriría. Así que echó a correr. No llegó muy lejos. El demonio lanzó un ralló de baja intensidad a sus pies, tirándola al suelo. Rodó por la calzada hincándose un cristal roto en el costado. Haciendo caso omiso a la herida, se levantó a toda prisa, pero ya tenía de nuevo al demonio encima. La agarró del brazo y se lo retorció hacía atrás, luego la giró para que lo mirara. Ella se debatió con todas sus fuerzas, sin conseguir nada. Logró pegarle una patada en el estómago y después intentó desequilibrarlo pegándole en la rodilla. Para su consternación lo consiguió. Pero él no la soltó y ambos cayeron. ¿es que nada me sale hoy bien? Pensó Anya, con incredulidad al sentir el cuerpo del demonio sobre el suyo. Él no se movió, y cuando se digno a mirarlo. Vio que seguía sonriendo. No había borrado esa maldita sonrisa en ningún momento. Solo había estado jugando con ella. Maldito fuera él y todos sus ancestros. No le gustaba sentirse tan vulnerable como en ese momento.

-estate quieta- le ordenó el demonio. Al ver que no obedecía acercó sus labios al oído para susurrarle- si no me obedeces te obligaré
Y para demostrárselo sus ojos despidieron destellos rojos, permitiéndole ver su lado oscuro. Por mucho que Anya intentará ocultarlo y mantenerse serena, tenía miedo. Lo peor de todo es que no sabía como actuar, la naturaleza de ese demonio no era nada parecida a lo que conocía. Los demonios no actuaban así, ellos se divertían torturando, matando lentamente, no jugando al gato y el ratón. La imagen de su padre vino a su mente. Pero su padre no era como el resto de demonios, lo había demostrado huyendo con un ángel. Y en ese momento tuvo una idea.

-solo tenía curiosidad por ti- le dijo él, al ver que ella dejaba de forcejar-creo que voy a modificar mis planes…te quiero para mí- y acercó sus labios a los de Anya.

Ella tardo solo un segundo en reaccionar, apartando la cara para esquivar el beso. La indignación la quemó por dentro dándole fuerzas. ¿Cómo se atrevía? Un demonio había intentado besarla, un maldito demonio. Por muy guapo que fuera, por muy tentadores que parecieran sus labios antes prefería que le cortaran las extremidades una por una. No sucumbiría a un demonio. Nunca. Cuando él intentó volver a besarla, ella le mordió en el cuello, con tanta fuerza que le hizo sangrar. El demonio se separó y Anya aprovechó su sorpresa para escapar de entre sus brazos. Antes de levantarse llevó una de sus manos al hombro derecho del demonio, tocó su tatuaje e introdujo los dedos dentro. Sacó un arma muy especial, al menos para ese demonio, que resultó ser una espada. Miró al demonio que ya se había erguido con una sonrisa, tenía en sus manos el arma personal que todo demonio poseía. Por primera vez en el transcurso de su “pelea” él dejó de mostrar esa sonrisa socarrona, incluso sus ojos se mostraron inquietos en cierto momento. Anya se regocijó por dentro. Habían cambiado las tornas. Él se recompuso tan rápido y volvió a tener esa apariencia de demonio antiguo que tenía la situación bajo control , que Anya se preguntó si se había imaginado ese pequeño nerviosismo por parta de él.

-un ángel no puede tocar el arma de un demonio, su cuerpo ardería hasta no quedar nada- argumentó él sin apartar la mirada de su espada, que en ese momento apuntaba hacía su cuello
-cierto- admitió la mestiza- pero tu ya sabías que no era un simple ángel
Ambos se miraron, intentando descifrar los pensamientos del otro.
-¿qué vas hacer?-preguntó él
-matarte, ya sabes demasiado sobre mi, y no puedo permitirme el lujo de que un demonio se vaya de la lengua – y antes de darle tiempo a que sus palabras lo pusieran alerta, le atacó.
Él esquivó el filo de su espada con facilidad, y el siguiente ataque, y el próximo, así hasta que notó el escozor en el hombro. Miró y se encontró con su espada clavada en él. El rayo negro que lanzó fue por instinto, y se arrepintió al momento. Si ella no se hubiera lanzado al suelo habría muerto. Y por el momento, eso no era lo que quería. Anya se levantó con lentitud, mechones de pelo rubio se cruzaban en su cara, y entre ellos, sus ojos negros refugiaban odio. Él sonrió ante esa imagen y ella embistió con la espada por delante. El demonio desapareció de su trayectoria en una abrir y cerrar de ojos para situarse tras ella, con una mano en su cuello. Anya le pegó un codazo en el abdomen , alejándose lo suficiente para apuntar la espada hacía él. La posición era incomoda, ella de espaldas sujetando la espada con ambas manos y sin poder girarse a mirarlo porque la sostenía por la nuca con fuerza.
Estaban en un punto muerto.
El demonio aflojo levemente el agarré, permitiéndole girarse. Los dos se miraban cuando el sonido de voces en la boca del callejón trajo su atención. Eran Shana y Victoria .

-mi nombre es Hugo, quiero que lo recuerdes- le murmuró él acariciándole el cuello. Ya no ejercía presión alguna.
Anya soltó una risa áspera.
-lo habré olvidado antes de salir del callejón
-lo dudo- terció él, sonriendo de nuevo- y cuida de mi arma, volveré a por ella. Mientras tanto…- al igual que había echo ella antes. Hugo tocó su tatuaje del hombro y sacó su arma. Anya protestó indignada, pero su mano todavía estaba agarrando su cuello-un látigo, interesante
- no un látigo, mi látigo- enfatizó
Los pasos de las dos chicas se escucharon cada vez más cerca .Y justo antes de que aparecieran ante su vista, él desapareció. Anya se quedó aturdida durante varios segundos. Aún no se creía lo que había ocurrido, estaba viva, aunque recapitulando, había perdido su arma personal o más bien intercambiado, un demonio sabía su secreto y temía el próximo encuentro con él. Una noche perfecta, desde luego. Las dos chicas aparecieron ante ella, una seguida de la otra, y Shana con un pergamino en la mano. Le dio tiempo a esconder la gran espada en su tatuaje antes de que la vieran. Se sintió extraña ante esa acción, eso no era lo habitual.

-¿ Qué haces aquí?- preguntó Shana
-esperaros, ¿eso es el mapa?
Shana asintió a la vez que se lo lanzaba. Anya lo cogió al vuelo y lo desenrollo. Frunció el ceño ante la antigüedad del mapa.

-¿hubo algún percance?
-ninguno- contestó Victoria
- va a ser complicado encontrar la localización, es muy antiguo y las cosas han cambiado bastante-comentó Shana cuando Anya levantó la vista del mapa
-difícil pero no imposible –alegó la mestiza- volvamos al hotel hay que hacer planes, además, mejor no estar aquí cuando Lázaro descubra qua ha desaparecido su mapa
Ambas asintieron de acuerdo con Anya. Esta enrolló el mapa y lo guardó dentro de la chaqueta. Mientras andaba detrás de sus “compañeras” , sintió un cosquilleo en la nuca. Era como si alguien las estuviera vigilando. Con la guardia alta, miró por encima del hombro y se le cortó la respiración. Unos ojos verdes con destellos rojos la observaban. No podía asegurarlo, ya que no se veía nada más, pero juraría que estaba sonriendo. Le costó darle la espalda y seguir caminando como si nada. Había presumido de que no le recordaría al salir del callejón; pero ya estaba fuera e indudablemente faltaba mucho para que se olvidara de él.

 

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