domingo, 11 de noviembre de 2012

Capítulo 8, ya estamos en Francia




Anya notó las turbulencias del aterrizaje haciendo que saliera de los recuerdos. Sumergirse en el pasado aún le era muy doloroso ,y cuando empezaba no podía salir. Se miró las palmas de las manos, pero como ya sabía, las heridas se habían curado casi al instante de hacérselas. Los ángeles estaban hechos para curar y aunque ella no podía ayudar a los demás, ya que esa característica se había anulado con la mezcla de sangre demoniaca, sí tenía la rápida regeneración y curación de ambas criaturas. No tenía todas las capacidades de un demonio, ni tampoco las de un ángel, pero algunas estaban mucho más evolucionadas que las de ambos, una compensación para equilibrar la balanza.
 Bajaron del avión las tres juntas, Shana después de haber tenido un tiempo para aclarar las ideas estaba totalmente recuperada del shock anterior, aunque aún seguía sin entender sus propias reacciones. Victoria, que iba la última, respiró hondo al pisar suelo francés. No era de sus ciudades preferidas, dos clanes de Shellam vivían allí y tenían rivalidades desde hacía siglos. Pero claro, ella nunca había estado sola por la ciudad y menos con el tiempo suficiente para visitar cuanto quisiera, no solo los monumentos típicos turísticos o las casas de sus súbditos. Esa era su vida, siempre se debían a los clanes y a su gente, rara vez tenían tiempo libre.
Cuando se encontró con ellas nunca se habría imaginado que tendría aun menos tiempo libre del que habitualmente estaba acostumbrada. No acababan de bajar del avión cuando ya se dirigían hacía la estación de tren para viajar lo antes posible hacia Metz. Tuvieron que hacer el largo viaje en un autobús que las dejaría a un par de kilómetros de la ciudad ,ya que esa no era la dirección donde se dirigía ,y no habría ningún otro medio de llegar, al menos no hasta la mañana siguiente  por la tarde.

Llegaron a las puertas de la ciudad cuando amanecía. Después de agradecer al conductor por desviarse solo para acercarlas hasta la ciudad, caminaron no más de una hora cuando dieron con la entrada a Metz.

-¿qué hacemos primero?- preguntó Shana, echándose el flequillo hacia atrás mientras observaba el lugar. Nunca había salido de España.
-buscar un sitio donde pasar la noche- contestó Anya-un buen hotel, con comida decente y una amplia bañera

Shana casi sonrió al escucharla. Mataría por una ducha. Literalmente.

-conozco un buen sitio- añadió Victoria recordando su última estancia en ese país- está en el centro y es discreto, nadie nos molestará. –informó
Era la primera vez que abría la boca en todo el trayecto, aunque sus otras dos acompañantes tampoco habían dicho más de un par de palabras, todavía recordaba el incidente con Anya en el aeropuerto de Barajas y el resentimiento no se había esfumado.

- me parece bien-dijo Shana sin importarle demasiado- ¿caminamos u otro taxi?
-caminar- contestó rápidamente la Shellam- no hacer ejercicio me pone de mala leche y ya hemos pasado muchas horas sentadas en el autobús-acto seguido comenzó andar

Shana se encogió de hombros y la siguió, no sin antes mirar a Anya que se quedó la última. Caminaba a paso lento y observaba la ciudad con cierto asombro. Era temprano pero la ciudad ya estaba despierta, los coches pasaban con velocidad por la carretera y las calles estaban inundadas de gente.

-¿pasa algo?-le preguntó

Anya la miró como si acabara de recordar que estaba allí. Sacudió levemente la cabeza y echó andar adelantándola y siguiendo a Victoria por las calles. Shana la miró extrañada, esa chica parecía ocultar demasiadas cosas. Sus ojos, oscuros como el carbón, escondían demasiados secretos, y eso no era algo  que le agradase
Una hora después Anya estaba harta de andar ¿Cuándo infiernos iban a llegar? Con la fácil que habría sido volar por encima de la ciudad y descansar en cualquier hotel. Suspiró con nostalgia ante ese pensamiento. Si hubiera sido otra ciudad, al menos iría entretenida viendo lo que tenía que ofrecer ese sitio, pero cuando entraron por las puertas un vago recuerdo le vino a la memoria. Ya había estado en ese lugar con su madre. En es viaje no estaba su padre, algo muy extraño ya que nunca se separaban, pero apenas era una cría cuando había visitado ese sitio, así que no podía recordar bien lo sucedido. Victoria se paró en las puertas de un hotel  blanco con los adornos en dorado. Se veía grande y las cuatro estrellas que adornaban el cartel de entrada indicaban que estarían bien atendidas.

-necesitamos tres habitaciones, Selena-dijo Victoria nada más entrar, sus palabras iban dirigidas a la recepcionista que había sentada tras un mostrador
-prin…prin…princesa-tartamudeó la chica en francés a la vez que saltaba de la silla- no la esperábamos-bajó la cabeza y buscó desesperada por todos los papeles-no hay ninguna reserva
-no-se disculpó Victoria con una sonrisa-no estaba planeado
-pero no estamos preparados, no hay habitaciones disponibles, y la suite está ocupada- la voz de Selena sonaba casi desesperada, como si temiera echarse a llorar

Victoria fue abrir la boca para responder pero la cerró al ver como Anya se adelantaba hasta el mostrador, apoyaba las dos manos en la tabla y pegaba su nariz a la de la chica. La pobre recepcionista estaba totalmente intimidada.

-una…habitación…ya-le dijo remarcando cada palabra con un perfecto acento francés. Luego un brillo dorado pasó por sus ojos y la recepcionista no tuvo más remedio que obedecer, aunque con ello tuviera que desalojar  alguna habitación ocupada y ya pagada.
-sí-fue su única contestación antes de desaparecer
El silencio que quedó en la sala fue increíblemente tenso e incomodo.

-¿qué ha sucedido?-le recriminó Victoria
-a la hora de trabajar es mucho más eficaz la intimidación  que la amabilidad
-en eso tiene razón-corroboró Shana, aunque aún seguía algo sorprendida por la rapidez con que la chica había accedido.
-¿así funcionáis vosotras?¿con amenazas?-exclamó indignada

Anya  la ignoró mientras observaba por el pasillo donde se había ido la recepcionista. Shana , en cambió, la miró recostada en la pared donde se encontraba y se encogió de hombros. No tenía ganas de empezar una charla sobre la moral y la ética de las personas, y muchos menos sobre la suya, dudaba de que tuviera de eso. Se incorporó poniéndose recta cuando Selena llegó andando a paso rápido con la llave de una habitación en las manos.

-última planta, la primera puerta a la derecha- les informó mientras le pasaba la llave a Anya

Las tres chicas se dirigieron al ascensor sin decir palabra. Fue Anya quien apretó el botón del ascensor y fue ella quien abrió la puerta de la habitación cuando llegaron. Shana se acomodó en el sofá poniendo los pies sobre la mesa, había una caja de bombones para dar la bienvenida, la abrió y empezó a comérselos lentamente, disfrutando del sabor.

-esta noche saldré a buscar información-aclaró Anya
Shana la miró arqueando una ceja.
-¿tú sola?-preguntó- no conseguiste nada sin mí, ¿lo conseguirás ahora?

Victoria soltó una risita por lo bajo al escuchar las palabras de Shana, la carcajada vino después al ver la mueca crispada de Anya.

-eso ya lo veremos-replicó con acritud Anya
-como tú quieras-respondió Shana ladeando la cabeza levemente- ¿Quién va primera a la ducha?
-yo- se adelantó a responder Victoria. En un momento estaba frente a ellas y al siguiente había desaparecido. Lo único que las advirtió de que estaba en el baño fue el portazo que dio.
-oye-comentó de repente Shana levantándose del sofá-¿habrá servicio de habitaciones?- no esperó la contestación de Anya, fue hacía el teléfono que había sobre una mesita y llamó a recepción.
Minutos más tarde no paraban de subir platos a la habitación. Cuando anocheció las tres ya se habían duchado y comido hasta estar llenas. Shana sentada en el sofá en la misma posición que ese mañana afilaba las espadas con una piedra un tanto extraña. Estaba inmersa en esa acción. Anya llevaba más de una hora sentada en el balcón mirando la ciudad , que ahora brillaba por las luces de los diferentes edificios y las farolas. Victoria se limaba las uñas hasta dejarlas en perfectas condiciones. Así pasaron las horas muertas, sin decirse nada, y sin querer escuchar los asuntos de las demás. Todas tenían problemas propios de los que preocuparse.

-me voy a comer- indicó Victoria lanzando la lima hacía un rincón de la habitación- estoy cansada de estar encerrada y necesito algo de acción
-¿comer?¿o más bien beber?- añadió Shana sin levantar la vista, aparentaba indiferencia pero por dentro le repugnaba esa idea
-sí, -afirmó-beber y sangre, yo no juzgo tus acciones tú no lo hagas conmigo
-no lo he hecho
Victoria soltó una risa nerviosa muy poco natural.
-se te nota- le dio la espalda y abrió la puerta- y aunque no es de tu incumbencia, no mato a gente inocente-luego salió

Shana miró la puerta ,ahora cerrada, frunciendo el ceño. ¿una vampira que no mataba a gente inocente? La idea le parecía ridícula, aunque tampoco conocía a la raza Shellam para saber porque normas se regían. Y como bien había dicho Victoria, ella no era quien para juzgar, había matada a gente inocente sin importarle. Lo único que le retorcía las entrañas era pensar que podía herir algún niño. No soportaba las injusticias que se cometían con los más pequeños, ellos no eran capaces de defenderse.
Dejó la espada sobre la mesa, al lado de la otra y echó la cabeza hacía atrás. Volvía a echar de menos a los niños, a Sisi y a Aarón. Como abrían disfrutado con tanta comida. Odiaba ese sentimiento de añoranza, la hacía tan débil, tan parecida a aquellos que despreciaba, pero era algo que no podía cambiar. El sonido del tráfico llegó a sus oídos cuando Anya abrió la cristalera del balcón y entró.

-creo que ya es hora-dijo mirándola directamente
Shana asintió. Y al igual que había pasado con Victoria ,vio salir a Anya mientras ella seguía sentada en el mismo sitio. Se levantó exasperada del sofá, no sabía que hacer, pero estaba cansada de esa inactividad.  Recogió todo el estropicio que habían liado.  Al ver que no había nada más que hacer y sintiéndose encerrada, se puso hacer abdominales y flexiones en medio del salón. Tenía que entretenerse de alguna manera. No conocía esa ciudad, y dudaba de que si salía podría volver a encontrar el hotel, para colmo no tenía ni pajolera idea de francés. No, no era un buen plan salir a ver la ciudad. Pero en contra de todo eso, se colgó las espadas a la espalda y se fue.
Una vez en el ascensor, se arrepintió de no bajar por las escaleras, maldita sea, no había tantas plantas para que fuera tan lento. Tamborileaba los dedos una y otra vez sobre la pared. La musiquilla de fondo era realmente exasperante.
La puerta se abrió y cuando dio un paso para salir vio que aún no había llegado a la planta baja. Con un suspiró de impaciencia que hizo que su flequillo volara hacía atrás ,se cruzó de brazos y esperó a que un hombre entrara. Era un anciano que rondaría los sesenta. Al pobre hombre casi le dio un infarto al ver la cara de pocos amigos de Shana, por no hablar de sus ropas y las espadas en la espalda. Shana vio como la observaba y le dirigió una sonrisa fría a la vez que levantaba las cejas a modo de pregunta. Cuando el ascensor volvió a parar, el anciano se bajó sin importarle la planta. Tartamudeó una despedida que Shana no se molestó en escuchar. El siguiente hombre que entró ,no era un anciano ni mucho menos, estaría en la treintena y sus músculos eran casi tan grandes como su cabeza. Un adicto al gimnasio. Ambos se ignoraron mutuamente y lo único que ensombrecía el silencio era la dichosa musiquilla de fondo. La siguiente vez que el ascensor paró fue para dar lugar al recibidor. Él hombre salió primero, Shana sin saber por qué lo siguió con la vista. Vio como desaparecía tras una puerta, arriba de ésta ponía “Gymnase”  no había que ser muy inteligente para saber que había dentro. Bueno, eso era lo que le hacía falta para entretenerse.
 El gimnasio era amplio y estaba muy bien cuidado, todas las maquinas que conocía, y muchas que no, estaban allí dentro. Dejó caer las espadas al suelo, complacida con el ruido que hicieron al caer. Todas las miradas se centraron en ella, todas eran de hombres, ni una mujer, y todas reflejaban humor al verla allí dentro. ¿pero qué se creían? Por muy grandes que fueran podía matarlos sin agotarse apenas. Maldito machismo. Haciendo caso omiso a todos los presentes, miró las maquinas disponibles, quería practicar fuerza y lo único que podía servirla era las pesas. Colocó 20 kilos a cada lado de la barra. Se tumbó en el banquillo y empezó hacer repeticiones sin parar. No era débil, al contrario, muchas veces se sorprendía ella misma de la fuerza que tenía, no era normal que una niña que pesaba 56 kilos pudiera levantar tanto, pero ella lo hacía. Dos hombres fuertes se colocaron a cada lado, la miraban sorprendidos de que ella siguiera y siguiera sin parar, pero Shana detectó algo más. Maldito machismo, volvió a pensar, querían algo de ella. Antes de que le diera tiempo a reaccionar ,cada uno de ellos le colocó otra pesa de 10 kilos más a en la barra. Casi deja caer las pesas sobre ella, pero estaba tan furiosa que las levantó, con esfuerzo y los brazos  temblando, pero las levantó. Cuando dejó la barra y se levantó los hombres estaban atónitos y cabreados, habían querido jugársela y no lo habían conseguido.  Ahora Shana estaba enfadada. Le dio un puñetazo al que tenía más cerca rompiéndola la nariz a la vez que saltaba para salir de la trayectoria del otro. Cogió una de las pesas y le dio con ella en el estómago. Se encogió hacía dentro poniéndose una mano en las costillas y otra en la nariz sangrienta. Estaba perfecto para que Shana le diera un codazo en la nuca y lo dejara K.O. Eso fue lo que hizo, aunque tuvo que emplear todas sus fuerzas para que hiciera efecto en ese pedazo de tío. Mientras todo eso ocurría ,el resto de los hombres se dejaron de entrenar para ir a por ella. Sus espadas estaban algo lejos, así que se las apañó cogiendo una de las varas que se usaban para las pesas. Estaba apuntó de asestarle al segundo hombre que le había echo la broma cuando la puerta del gimnasio de abrió de repente dando un fuerte portazo contra la pared. Todos miraron hacía allí olvidando por un momento la pelea. En el marco estaba Anya, en sus pies había un hombre mayor, flacucho y que agachaba la cabeza. Anya lo tenía agarrado por el cuello para impedir que escapara.

-¿es que no puedo dejarte sola un momento?-exclamó frustrada con la vista clavada en Shana

El flacucho que tenía agarrado se revolvió de repente y Anya le estampo la rodilla en el estómago. Gimió audiblemente y volvió a quedarse quieto. Ella ni se inmutó.

-¿vienes o qué?-preguntó

Shana se encogió de hombros y se quitó un mechón de pelo de la cara. Se giró hacía Anya ante las miradas perplejas de los demás. Unos protestaron y gritaron que como se atrevía marcharse después de lo que había echo. Shana los ignoró. Pero uno le cortó el paso.

-de aquí no te vas muchacha, nos queda una cuenta pendiente-dijo con voz de suficiencia
Ella lo observo lentamente, calmada y sin prisas, luego le ordenó:
-quítate
-¿y si no quiero?

La barra que aún sostenía en la mano derecha fue directa al costado izquierdo de la cara del hombre. El golpe fue seco ,y brutalmente fuerte. Tanto que el hombre calló al suelo aullando de dolor. Ella se giró despacio.

-¿algún voluntario más? – el frío que trasmitía su mirada hizo que todos  se quedaran en silencio-eso creía

De nuevo en el ascensor, a Shana ya no le molestaba la canción. Al contrarió ,silbaba al mismo ritmo sin importarle la mirada elocuente de Anya. Como había necesitado esa pelea, soltar todo es energía que acumulaba por el encierro, no soportaba estar encerrada entre cuatro paredes, era como luchar contra si misma.
Cuando entraron en el apartamento, se encontraron a Victoria tumbada a lo largo del sofá, bebiendo de un vaso de plateado con una pajita. Bebiendo sangre. Shana se llevó una mano al estómago pero no dijo nada, eso era repugnante. Victoria al verlas se limpió la comisura del labio y tiró el baso por la ventana, luego se incorporó y miró al hombre que agarraba Anya.

-¿quién es?- preguntó, levantándose y acercándose. Ladeó la cabeza hacía la derecha observando como temblaba.- creo que lo asustaste
-ese era el plan- replicó, áspera Anya. Luego lo empujó contra una silla con tanta fuerza que el hombre estuvo apunto de caer de espaldas- aun así no abre la boca
-¿le ofreciste dinero?-preguntó Shana
-sí, pero no sirvió- rezongó exasperada. Había intentado hacer el truco de los ojos  pero de nada servía. Ese hombre seguramente había dado su palabra de no decir nada bajo juramento, eso era algo que anulaba el pequeño truco. Una verdadera lata, los humanos no tenían honor daba igual sus promesas o juramentos, siempre las acaban quebrantando.- te lo preguntaré una última vez  ¿dónde puedo encontrar a Lázaro Deveroux?
El hombre agachó la mirada sin abrir la boca.
Shana suspiró aburrida. Tenía ganas de irse a dormir después del ejercicio y la caminata de esa mañana, y ese hombre se lo impedía. ¿es que era tonto? Se ahorraría muchos problemas si hablaba.
Anya perdiendo la paciencia lo agarró del cuello, presionando con el dedo gordo la nuez de la garganta. El hombre luchó contra ella intentando quitarle la mano sin obtener ningún resultado. Cuando sus brazos empezaron aflojarse y la expresión de miedo fue total, Anya lo soltó. Él, se tiró al suelo tosiendo con fuerza y llevándose las dos manos al cuello. Tardó un buen rato en recuperarse y dejar de toser.

-estáis locas-murmuró en francés
-¿qué dijo?- le preguntó Shana a Victoria. Ambas estaban sentadas en el sofá observándolo todo, entretenidas con el interrogatorio.
- que estamos locas -respondió
-peores cosas me han llamado
-puedo asegurarte, que a mi también

Ajena a la charla de Victoria y Shana, Anya cada vez estaba más frustrada. Estaba a punto de perder la poca paciencia que le quedaba, y si eso ocurría, acabaría por matarlo sin darse cuenta. Le pegó un puñetazo en la mandíbula mandándolo hacía atrás, luego se fue hacía la cocina en busca de algo con lo que rellenar su estómago. Lo iba a matar si no hablaba ya.
Shana se levantó del sofá y se inclinó lentamente delante del hombre.

-Victoria- la llamó-¿puedes traducirme?
La aludida asintió.
-¿tienes hijos?- le preguntó y Victoria lo repitió en francés.
Él negó con la cabeza. Shana se llevó una mano a la barbilla pensativa.
-¿por qué te niegas hablar?
Él hombre la miró a los ojos y se estremeció, cuando contestó fue tan solo con un murmullo.
-él me matará-le tradujo Victoria
-si no hablas, lo haremos nosotras- intervino la vampira antes de que Shana contestara
Y para corroborarlo Shana le rompió el dedo índice de la mano derecha. El hombre gritó. Una vez se hizo el silencio, Shana siguió con su muñeca. El crujido del hueso sonó en sus oídos. Anya ya había vuelto y miraba sin intervenir. Cuando se levantó y cogió el codo para repetir la acción él hombre habló.

-por favor, no puedo, me matará
Shana estaba mirando a Victoria que traducía, no se giró cuando le rompió el codo.
-respuesta incorrecta
Al igual que la vez anterior, el hombre gritó y gritó, las lágrimas de dolor caían por su rostro como un torrente y el odio y el miedo se entremezclaban en su mirada.

-vampira- dijo Shana, ésta le mostró los colmillos al escuchar el apelativo por el que la había llamado- dile que si habla ahora, le prometo que lo mantendré a salvo- la sorpresa en las otras dos chicas fue evidente, no se esperaban eso. Victoria se lo dijo. El hombre no la creyó. Suspirando, Shana agarró el hombro.

-esta noche, esta noche tenía una cita en mi bar, una vez al mes va allí para reunirse con hombres y mujeres de negocios, siempre se queda en la mejor habitación y desaparece hasta el mes que viene
-tenemos trabajo que hacer- afirmó Anya-¿qué vas hacer con él?- le preguntó a la sicario
-por ahora dejarlo aquí, ya pensaré en algo para mantenerlo con vida si Lázaro Deveroux resulta ser una verdadera amenaza.
-yo todavía no sé que buscáis en ese hombre-intervino la Shellam cruzándose de brazos
-¿tú no decías que solo querías aventuras?- le recordó Shana
-sí, pero también me gusta saber
Shana miró a Anya a modo de pregunta, era ella la que tenía que decidir si decírselo a Victoria o no. Se encogió de hombros y desapareció hacía la terraza. Shana lo tomó como una aceptación.
-Anya busca a los Dragones Negros- le explicó- no sé para qué, y ella no parece muy interesada en decírmelo, tampoco me interesa mucho- y se encogió de hombros
-¿ y tú qué haces con ella? No parecéis viejas amigas
-es que no lo somos, ella me ha contratado, me manejo bastante mejor con la escoria que vive al margen de la ley que ella
 

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