El
bar estaba bien cuidado, buena compañía, buena música y buena
bebida, lo que un hombre buscaba al salir de su casa. La barra estaba
repleta de gente que fumaba y bebía, casi todos de genero masculino.
La camarera vestía un top ajustado y una falda corta de cuadros. Una
uniforme echo para provocar, cosa que estaba consiguiendo, aunque
Anya sospechaba que cualquiera que intentara sobrepasarse con esa
chica acabaría en mal estado, no parecía una gacela asustada entre
tantos borrachos. Las mesas no estaban todas completas pero se
respiraba buen ambiente. El escenario situado en el centro del bar,
estaba vacío. Al parecer hoy no había espectáculo, al menos por el
momento.
La
zona V.I.P se veía desde su posición,sentada en una de las mesas
del fondo sola. Ninguna de las tras podía estar segura, pero no
parecía muy difícil saber quien era Lázaro Deveroux. Traje de
chaqueta gris, la mano repleta de anillos de oro, sonrisa afilada
como la de un demonio y que sus acompañantes revolotearan alrededor
,como las abejas tras su reina, ayudaba un poco a identificarlo. El
mapa debía de estar en la habitación. El hombre al que habían
interrogado, el mismo que aún seguía encerrado en la habitación
del hotel, no tubo reparos en soltar todo lo que sabía tras sus
primeras palabras. Y admitió haber visto el mapa en las anteriores
visitas de Lázaro.
¿El
plan? Uno que no agradaba a Anya en lo más mínimo. Pero tenía que
admitir que era sencillo y no había apenas riesgo, conseguirían el
mapa sin llamar la atención. Las primeras notas de una canción
comenzaron a sonar, era un de esas cantantes de modo que ahora se
llevaban tanto de moda, Christina Aguilera o algo por el estilo. Su
señal, pensó con desgana. Se levantó de la mesa y caminó hasta
el escenario escuchando la canción. No prestó atención a las
miradas curiosas que le dirigían los presentes. Acercó la silla que
había en la esquina del escenario hasta el centro y se sentó con
las piernas abiertas mirando a su público, o más bien a Lázaro
Deveroux, al fin y al cabo este baile era para él. Un foco se
encendió y ella bailó. Movió la cabeza lentamente dejando que el
pelo cayera en cascada, se desabrochó un botón más de la camisa
blanca y sonrió “E-X-P-R-E-S-S,
love, sex
Ladies no regrets” Sonaba mientras ella se agachaba y se volvía a levantar, haciendo que el pelo se echará hacía atrás y su escote se viera más. Había captado la atención de los presentes. Abrió y cerró las piernas, mientras movía la parte superior del cuerpo, luego la cintura, movimientos lentos, tenía que engañarlos, que la desearan. Echó hacía atrás la silla apoyándose tan solo en las dos patas de atrás sin que la silla cayera. En ese momento vio a dos chicas pasar por delante de la barra y subir por las escaleras a las habitaciones. Nadie parecía haberlas visto. Volvió a posar la silla sobre sus cuatro patas y se levantó. Apoyó uno de sus pies enfundados en tacones blancos sobre la silla y se movió. Y así siguió, entreteniendo a esos borrachos que se les caía la baba, en especial a Lázaro, que se había erguido en el asiento sin apartar sus ojos de ella.
Ladies no regrets” Sonaba mientras ella se agachaba y se volvía a levantar, haciendo que el pelo se echará hacía atrás y su escote se viera más. Había captado la atención de los presentes. Abrió y cerró las piernas, mientras movía la parte superior del cuerpo, luego la cintura, movimientos lentos, tenía que engañarlos, que la desearan. Echó hacía atrás la silla apoyándose tan solo en las dos patas de atrás sin que la silla cayera. En ese momento vio a dos chicas pasar por delante de la barra y subir por las escaleras a las habitaciones. Nadie parecía haberlas visto. Volvió a posar la silla sobre sus cuatro patas y se levantó. Apoyó uno de sus pies enfundados en tacones blancos sobre la silla y se movió. Y así siguió, entreteniendo a esos borrachos que se les caía la baba, en especial a Lázaro, que se había erguido en el asiento sin apartar sus ojos de ella.
Cuando
la canción termino, Anya suspiró aliviada, deseaba bajar de allí y
no volver a ver jamás a ninguno de los allí presentes. Por
supuesto, eso no era lo que mostraba por fuera. Cualquiera la
observara en ese momento, mientras se bajaba del escenario, veía a
una chica joven, con la cabeza erguida y una sonrisa triunfante.
El
aire frío de la noche la ayudó a despejar el calor del foco y la
vergüenza, todo era por conseguir ese mapa. Odiaba ser el centro de
atención, ya se había sentido como un mono de feria durante mucho
tiempo, no necesitaba más. Escuchó las risas de un par de borrachos
en la puerta, se giró hacia ellos solo para ver como la miraban con
lujuria. Se alejó de ellos escondiéndose en un callejón cerca del
bar, cuando Shana y Victoria salieran las escucharía.
Estaba
allí, apoyada contra la pared cuando apareció. Pegó un salto al
verlo. Su pelo era moreno, algo más largo de lo común. Alto, le
sacaba una cabeza, y ella no se consideraba pequeña ,pero claro, él
no era un hombre cualquiera. No tardó en reconocer que era un
demonio, y un antiguo.
Él
sonrió cuando ella retrocedió un paso, una sonrisa perfecta. Que
cualquier otra persona o criatura envidiaría. Pero claro, sabía que
tanto los demonios como los ángeles nacían con una belleza difícil
de resistir. Los demonios, al menos la raza más poderosa, eran
atractivos e irresistibles, tenían un lado peligroso que ningún
truco podía ocultar. El fruto prohibido siempre era más tentador.
Todo para divertirse acosta de las demás razas. En cambio, los
ángeles poseían una belleza celestial, cuando los veías parecían
seres divinos, tan perfectos que temías tocarlos; otro engaño. De
diferente manera, pero un engaño al fin y al cabo. Siempre para
obtener lo que deseaban de los humanos.
-¿Qué
eres?- le preguntó él
Anya
se sobresaltó al escuchar la pregunta. Sabía que un demonio podía
sentir su aura de ángel a distancia, así que la pregunta no tenía
sentido. Él dio otro paso y ella retrocedió. ¿qué estaba
haciendo? No era de las que perdían la compostura a la primera de
cambio. Levantó la barbilla inconscientemente en un acto de
rebeldía.
-a
ti que te importa- le contestó con acritud. Miró de reojo la salida
del callejón y se maldijo por haberse metido allí. El aura de ese
demonio casi la inundaba, y eso solo podía significar que era
antiguo. Antiguo, equivalía a poder, más antiguo, más poder. Que
se hubiera fijado en ella no podía ser bueno- tengo cosas que hacer,
búscate a otra con la que divertirte
Se
dio la vuelta para salir de allí, pero se encontró con él delante
de sus narices, aún más cerca.
-cuando
te he visto entrar en el bar creí que eras un ángel, eso es lo que
quieres hacer creer, pero cuando has subido al escenario has perdido
la concentración, y he visto algo que no entiendo ¿por qué no me
lo explicas?- dijo él ,con los ojos brillando de tal manera que solo
podías considerarlo paranormal
-no
se a que te refieres- mintió Anya
-así
que es verdad lo que dicen por ahí- continuó él, acorralándola
cada vez más contra la pared- existe una persona que concentra ambas
razas, demonio y ángel- y sonrió
Para
consternación de Anya, esa sonrisa no le pareció cruel. Sus rasgos
eran hermosos, los ojos verdes le fascinaban. Sintió el impulso de
tocar el mechón de pelo negro que caía sobre su frente, y esos
labios...
Cuando
la espalda de Anya chocó contra la pared, la realidad cobró forma.
Ese cabrón había intentado usar el hechizo de los ojos para
seducirla. Y por si fuera poco, casi lo había conseguido. Se enfado.
Mucho. Colocó una de sus manos en el pecho de él y creó un rayo
blanco, de ángel, para alejarlo de ella. Cuando chocó contra la
pared de enfrente ,ella no huyó, no supo por qué. Llámalo
temeridad, estupidez o como quieras. El demonio se levantó despacio
observando su camisa azul marino, quemada por el fuego alado. Tenía
restos de sangre, pero en su pecho ya no había herida alguna. No la
miraba enfadado, sino con curiosidad. A una velocidad que Anya no se
esperaba, la agarró por las muñecas y se las levantó,
acorralándola de nuevo contra la pared. Él sonreía.
-no
suelo permitir esto, pero contigo haré una excepción- ella le
propinó una patada en la espinilla, él ni se inmutó- bien, me has
mostrado tu lado bueno, ahora quiero ver como sacas tu parte
demoniaca
Ella
dejó de forcejear al escuchar sus palabras. Sus cuerpos estaban
pegados, no veía formar de escapar. Él la sostenía con fuerza pero
sin llegar a lastimarla¿ por qué no la mataba? Cualquier otro
demonio lo habría echo ya.
-¿Qué
es lo que quieres?- inquirió, apretando los dientes.
-dime
qué y quién eres- la miró a los ojos mientras lo decía
Ella
sintió algo moverse en su interior y sabía que esta vez no se
trataba del truco de los ojos ni de ningún otro.
-el
ángel que acabará contigo-repuso, con violencia
-no
vas hacer las cosas fáciles ¿eh?- se lamentó el demonio- será a
tu modo
La
soltó y creó a su alrededor una celda de rayos negros con destellos
rojos. Anya no perdió tiempo, tenía que escapar antes de que ese
demonio usara toda su fuerza contra ella. Se concentró, usando tan
solo la magia heredada por su madre, no podía correr riesgos.
Respiró hondo y cuando soltó el aire guardado, lanzó una onda de
magia celestial hacía los barrotes. Eliminándolos por completo. No
podía usar sus alas, él la descubriría. Así que echó a correr.
No llegó muy lejos. El demonio lanzó un ralló de baja intensidad a
sus pies, tirándola al suelo. Rodó por la calzada hincándose un
cristal roto en el costado. Haciendo caso omiso a la herida, se
levantó a toda prisa, pero ya tenía de nuevo al demonio encima. La
agarró del brazo y se lo retorció hacía atrás, luego la giró
para que lo mirara. Ella se debatió con todas sus fuerzas, sin
conseguir nada. Logró pegarle una patada en el estómago y después
intentó desequilibrarlo pegándole en la rodilla. Para su
consternación lo consiguió. Pero él no la soltó y ambos cayeron.
¿es que nada me sale hoy bien? Pensó Anya, con incredulidad al
sentir el cuerpo del demonio sobre el suyo. Él no se movió, y
cuando se digno a mirarlo. Vio que seguía sonriendo. No había
borrado esa maldita sonrisa en ningún momento. Solo había estado
jugando con ella. Maldito fuera él y todos sus ancestros. No le
gustaba sentirse tan vulnerable como en ese momento.
-estate
quieta- le ordenó el demonio. Al ver que no obedecía acercó sus
labios al oído para susurrarle- si no me obedeces te obligaré
Y
para demostrárselo sus ojos despidieron destellos rojos,
permitiéndole ver su lado oscuro. Por mucho que Anya intentará
ocultarlo y mantenerse serena, tenía miedo. Lo peor de todo es que
no sabía como actuar, la naturaleza de ese demonio no era nada
parecida a lo que conocía. Los demonios no actuaban así, ellos se
divertían torturando, matando lentamente, no jugando al gato y el
ratón. La imagen de su padre vino a su mente. Pero su padre no era
como el resto de demonios, lo había demostrado huyendo con un ángel.
Y en ese momento tuvo una idea.
-solo
tenía curiosidad por ti- le dijo él, al ver que ella dejaba de
forcejar-creo que voy a modificar mis planes…te quiero para mí- y
acercó sus labios a los de Anya.
Ella
tardo solo un segundo en reaccionar, apartando la cara para esquivar
el beso. La indignación la quemó por dentro dándole fuerzas. ¿Cómo
se atrevía? Un demonio había intentado besarla, un maldito demonio.
Por muy guapo que fuera, por muy tentadores que parecieran sus labios
antes prefería que le cortaran las extremidades una por una. No
sucumbiría a un demonio. Nunca. Cuando él intentó volver a
besarla, ella le mordió en el cuello, con tanta fuerza que le hizo
sangrar. El demonio se separó y Anya aprovechó su sorpresa para
escapar de entre sus brazos. Antes de levantarse llevó una de sus
manos al hombro derecho del demonio, tocó su tatuaje e introdujo los
dedos dentro. Sacó un arma muy especial, al menos para ese demonio,
que resultó ser una espada. Miró al demonio que ya se había
erguido con una sonrisa, tenía en sus manos el arma personal que
todo demonio poseía. Por primera vez en el transcurso de su “pelea”
él dejó de mostrar esa sonrisa socarrona, incluso sus ojos se
mostraron inquietos en cierto momento. Anya se regocijó por dentro.
Habían cambiado las tornas. Él se recompuso tan rápido y volvió a
tener esa apariencia de demonio antiguo que tenía la situación bajo
control , que Anya se preguntó si se había imaginado ese pequeño
nerviosismo por parta de él.
-un
ángel no puede tocar el arma de un demonio, su cuerpo ardería hasta
no quedar nada- argumentó él sin apartar la mirada de su espada,
que en ese momento apuntaba hacía su cuello
-cierto-
admitió la mestiza- pero tu ya sabías que no era un simple ángel
Ambos
se miraron, intentando descifrar los pensamientos del otro.
-¿qué
vas hacer?-preguntó él
-matarte,
ya sabes demasiado sobre mi, y no puedo permitirme el lujo de que un
demonio se vaya de la lengua – y antes de darle tiempo a que sus
palabras lo pusieran alerta, le atacó.
Él
esquivó el filo de su espada con facilidad, y el siguiente ataque, y
el próximo, así hasta que notó el escozor en el hombro. Miró y se
encontró con su espada clavada en él. El rayo negro que lanzó fue
por instinto, y se arrepintió al momento. Si ella no se hubiera
lanzado al suelo habría muerto. Y por el momento, eso no era lo que
quería. Anya se levantó con lentitud, mechones de pelo rubio se
cruzaban en su cara, y entre ellos, sus ojos negros refugiaban odio.
Él sonrió ante esa imagen y ella embistió con la espada por
delante. El demonio desapareció de su trayectoria en una abrir y
cerrar de ojos para situarse tras ella, con una mano en su cuello.
Anya le pegó un codazo en el abdomen , alejándose lo suficiente
para apuntar la espada hacía él. La posición era incomoda, ella de
espaldas sujetando la espada con ambas manos y sin poder girarse a
mirarlo porque la sostenía por la nuca con fuerza.
Estaban
en un punto muerto.
El
demonio aflojo levemente el agarré, permitiéndole girarse. Los dos
se miraban cuando el sonido de voces en la boca del callejón trajo
su atención. Eran Shana y Victoria .
-mi
nombre es Hugo, quiero que lo recuerdes- le murmuró él
acariciándole el cuello. Ya no ejercía presión alguna.
Anya
soltó una risa áspera.
-lo
habré olvidado antes de salir del callejón
-lo
dudo- terció él, sonriendo de nuevo- y cuida de mi arma, volveré a
por ella. Mientras tanto…- al igual que había echo ella antes.
Hugo tocó su tatuaje del hombro y sacó su arma. Anya protestó
indignada, pero su mano todavía estaba agarrando su cuello-un
látigo, interesante
-
no un látigo, mi
látigo- enfatizó
Los
pasos de las dos chicas se escucharon cada vez más cerca .Y justo
antes de que aparecieran ante su vista, él desapareció. Anya se
quedó aturdida durante varios segundos. Aún no se creía lo que
había ocurrido, estaba viva, aunque recapitulando, había perdido su
arma personal o más bien intercambiado, un demonio sabía su secreto
y temía el próximo encuentro con él. Una noche perfecta, desde
luego. Las dos chicas aparecieron ante ella, una seguida de la otra,
y Shana con un pergamino en la mano. Le dio tiempo a esconder la gran
espada en su tatuaje antes de que la vieran. Se sintió extraña ante
esa acción, eso no era lo habitual.
-¿
Qué haces aquí?- preguntó Shana
-esperaros,
¿eso es el mapa?
Shana
asintió a la vez que se lo lanzaba. Anya lo cogió al vuelo y lo
desenrollo. Frunció el ceño ante la antigüedad del mapa.
-¿hubo
algún percance?
-ninguno-
contestó Victoria
-
va a ser complicado encontrar la localización, es muy antiguo y las
cosas han cambiado bastante-comentó Shana cuando Anya levantó la
vista del mapa
-difícil
pero no imposible –alegó la mestiza- volvamos al hotel hay que
hacer planes, además, mejor no estar aquí cuando Lázaro descubra
qua ha desaparecido su mapa
Ambas
asintieron de acuerdo con Anya. Esta enrolló el mapa y lo guardó
dentro de la chaqueta. Mientras andaba detrás de sus “compañeras”
, sintió un cosquilleo en la nuca. Era como si alguien las estuviera
vigilando. Con la guardia alta, miró por encima del hombro y se le
cortó la respiración. Unos ojos verdes con destellos rojos la
observaban. No podía asegurarlo, ya que no se veía nada más, pero
juraría que estaba sonriendo. Le costó darle la espalda y seguir
caminando como si nada. Había presumido de que no le recordaría al
salir del callejón; pero ya estaba fuera e indudablemente faltaba
mucho para que se olvidara de él.